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Se dice de mí...

   ¿Qué decir de uno mismo que no suene a exageración o falsa modestia?
   Uno siempre camina en el límite y tal vez por ello se hace difícil contar quiénes somos sin que nos dé algo de vergüencita el hacerlo.
   Antes que nada, soy escritor. No recuerdo desde hace cuánto, ni puedo presentar títulos que avalen mis palabras, pero lo cierto es que lo soy. No solo porque tengo libros publicados, sino porque así me autodefino.
   Pocas veces, o ninguna, he tenido la oportunidad de concurrir a una fiesta [velada, exposición, mitin político] y ante la rutinaria pregunta de "¿A qué te dedicás?" recibir un "¡qué buen trabajo!", cuando yo respondía :"Soy escritor". Quizás ese sea el motivo por el que decía inmediatamente, "pero hago otras cosas para sobrevivir".
   El arte no garpa, lo sé; ni siquiera ayuda para mantener una relación amorosa a largo plazo, pero no existe otra cosa a la que quisiera dedicarme. 
   He probado otras profesiones, lo juro, pero jamás me animé a confesarlas. 
   Ser escritor es lo que elijo, lo que llena mi espíritu aunque no mis bolsillos.
   Escribo porque no concibo el mundo de otra manera, ni siquiera me veo a mí mismo haciendo otra cosa que no sea contando historias, componiendo poesías, plasmando esa sensibilidad que tanto digo tener.
   Tengo tres libro publicados, dos en solitario, y una buena cantidad de locuras más, publicadas en revistas, fanzines, libros ajenos y antologías. En esta isla ciberconectada-ciberaislada dejo las locuras que generalmente no publico en otro espacio, ya sea por desidia, desinterés o simple modorra.
    Espero que hurguen entre estos cajones revueltos, que desordenen a gusto y placer y, si encuentran algo que sea de su agrado, lo pueden llevar sin problemas.

Saludos cordiales,
Cristian Walter               

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Tempestad

Siglos de soledad fría mañana turbia. En esta tempestad,                                                 desangrándote. Sombras en la pared el tiempo que no llega; un después que tiende a                                                      desaparecer. Nubes de cal cubren mi ventana gris; en la oscuridad busco tu luz. El destino apuesta por última vez. En la oscuridad, enlaoscuridad , tu luz. Se marchita el sol con sus besos rabiosos. El silencio viene                                                  sin saber de vos. Ríos de sal tiñen tu grito febril; en la oscuridad busco tu luz. Agoniza el sueño sin saber por qué. En la oscuridad de esta tempestad, tu luz.                                                                        MARZO 2013

Larga noche

" Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí." Augusto Monterroso      Oscuridad. Frío. La humedad perforando los huesos. Antes... no, no recordaba el antes. Sentía que desde su antes hasta su ahora habían pasado días, meses... siglos. Siglos de vivir huyendo, temblando por las noches, escuchando un rugido a la distancia, o unas fauces moliendo huesos, o el quejido de algún infeliz que no corrió con la misma suerte.    Suerte, muerte, peste. Notaba la pestilencia de la caverna en la que ahora se encontraba pasando los segundos empapado en una oscuridad amenazante.   Oscuridad, penumbra ; ojos abiertos o cerrados, da igual.   Ahora no se vislumbraba nada. No había ni siquiera esa luz primigenia que había originado las sombras que durante tanto tiempo lo habían perturbado. Quizás por eso sus párpados, pesados, no reaccionaban; no respondían, negándose a sucumbir ante la curiosidad.   ¿Acaso no fue la asesina del gato? ¿y entonces? ¿por qué ahora él

No es casual

No es casual que quiera gritarle al mundo que aún existo que llevo tu aliento apretado contra mi pecho, embarrándome de pies a cabeza mientras me ata los tobillos. No es casual que te piense en la soledad de la cocina sumergido en el humo de mi pipa y cegado por el brillo de la pantalla. No es casual que te busque en cada recoveco de la casa en la alacena,  detrás de las verduras, dentro del frasco de café en fondo húmedo del mate. No es casual que no sepa respirar sin tu recuerdo que no pueda caminar sin el remolino que provoca tu cadera sin la turbulencia que deja tu andar. No es casual que todo te traiga a mi cabeza el sonido de los pájaros,  los ladridos de Manyula, el goteo insistente de la canilla de la cocina. No es casual que revise tu respiración cada segundo de la noche que duerma intranquilo en tu abrazo que me pierda en el movimiento de tus párpados. No es casual, lo sé; quizá por eso te escribo.