La noche cae como un cristal roto, corta las venas y el olvido. Vos, ausente; yo, cansado; y la pena que pesa y pisa, pero no pasa; y la constante búsqueda que se queda a mitad de camino entre tu yo y el mío, y mientras los relojes siguen marcando las 3, se empeñan en despertarnos de nuestros sueños de calabazas y ratones. Yo me acerco y apoyo mi cabeza en tu pecho y escucho, y siento cómo va entrando en mi oído ese runrun en Times New Roman 12, a doble interlineado, que pareciera ir borrando los destellos de un pasado inerte, inerme, incierto. Y mientras recojo las palabras que se van cayendo al piso -porque no hay lugar para todo ese torrente de ideas y reclamos y dolores-, y miro cómo las paredes se descascaran y se borran las fotos que colgamos, mientras todo esto pasa trato de buscarte los ojos, pero seguís durmiendo y dudo si yo sigo despierto o si alguna vez lo estuve. Escucho que afuera el mundo grita nuestros nombres, que nos juzga y nos reclama y nos exige y nos exilia; y vos y yo en la misma habitación que compartimos antes, hace cientos de vidas, tan parecida a una cárcel a campo abierto, tan ajena y, a la vez, tan nuestra porque la llenamos de historias y promesas, de huidas y besos y tanto tanto que no alcanzan 140 caracteres. Entonces te movés, respirando entrecortado, y me preguntás si podemos escaparnos, si podemos atravesar la puerta de nuestra habitación-cárcel y fugarnos sin mirar atrás, sin esperar nada, sin dejar rastros; y yo te hablo de mi sombra, de la vez que quiso escapar y no se animó a tomar el bondi -digo bondi y no autobús como tanto te gusta decir a vos-, y te hablo de mis ausencias, de otras huidas, de otros momentos en los que la tierra también se detuvo y vos me pedís que saltemos porque el agua no está tan fría como parece, porque aunque caigamos fuerte no nos vamos a romper la cabeza; y cuando vos decís cabeza, yo pienso en el corazón, e, inmediatamente, me doy cuenta de que estamos rotos los dos toi et moi y que nada de lo que podamos decirnos va a cambiar eso, porque llegamos tarde, como siempre, como antes, como en otras vidas; y nos percatamos de que nuestra historia es un cúmulo de atrasos. Llegamos tarde al café, al desayuno; llegamos tarde al teatro y a los choclos; y siempre tarde, por estar haciendo eso que llamamos vida y ahora...
... ahora... ahora...
Ahora respiramos profundo y vamos abriendo los ojos. La claridad que inunda la casa, trayendo las voces conocidas, y nos sonreímos y nos damos los buenos días, y agradecemos que pasó, que pudimos otra vez lanzar a un recoveco de la memoria a todos nuestros fantasmas, que ganamos esta pero que la próxima vendrán con más fuerza y que, quizás, sea el momento de pensar otras terapias.
Me encantó. Me sentí tan identificada con cada línea...
ResponderEliminar