Ir al contenido principal

Salón de baile

  Las boquillas húmedas vomitan sus últimos suspiros humeantes desde el fondo de sus nichos de aluminio.

  Mientras duermen en el suelo, las patas cojas de las mesas del salón sueñan con ser testigos de infieles caricias furtivas.


  Las luces, cansadas de no pestañear después de haber aprendido a dormir con los ojos abiertos, lanzan bostezos intermitentes, fastidiando a la pareja de ancianos que, desde hace rato, miran de reojo los mimos que las jóvenes se propinan a sí mismas cada vez que son observadas por los espejos.

  Un viejo afónico y sordo parlante aúlla, desde la esquina, un tango oxidado, suplicando paz, rogando silencio o un vaso de agua.

  Un par de tacos besan las baldosas gastadas, al mismo tiempo en el que, ajenas a toda sensiblería cursi, las sombras profesan eróticos arrumacos a las figuras dibujadas por el viento y las faldas, que se chocan unas a otras, golpeándose para ser protagonistas.

  Las suelas de los zapatos que llevan consigo la humanidad de un mozo miran con envidia a sus colegas de baile y piensan en huir tras ellos, al finalizar la desteñida tanda musical.

  Los cristales de las ventanas van dejando paso a la luz solar, exhalando el vaho que despiden los cuerpos de los bailarines.

  El día entra pidiendo permiso y, de paso, la noche aprovecha el cambio de turno y se retira a descansar: mañana será otra noche.

Enero 2010

Comentarios

  1. "las patas cojas de las mesas", frase Mery. Ja! te quiero, Walter!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hace nueve años atrás, recién habíamos empezado a gatear... todavía me pregunto de dónde salieron tantas imágenes.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tempestad

Siglos de soledad fría mañana turbia. En esta tempestad,                                                 desangrándote. Sombras en la pared el tiempo que no llega; un después que tiende a                                                      desaparecer. Nubes de cal cubren mi ventana gris; en la oscuridad busco tu luz. El destino apuesta por última vez. En la oscuridad, enlaoscuridad , tu luz. Se marchita el sol con sus besos rabiosos. El silencio viene                                                  sin saber de vos. Ríos de sal tiñen tu grito febril; en la oscuridad busco tu luz. Agoniza el sueño sin saber por qué. En la oscuridad de esta tempestad, tu luz.                                                                        MARZO 2013

Larga noche

" Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí." Augusto Monterroso      Oscuridad. Frío. La humedad perforando los huesos. Antes... no, no recordaba el antes. Sentía que desde su antes hasta su ahora habían pasado días, meses... siglos. Siglos de vivir huyendo, temblando por las noches, escuchando un rugido a la distancia, o unas fauces moliendo huesos, o el quejido de algún infeliz que no corrió con la misma suerte.    Suerte, muerte, peste. Notaba la pestilencia de la caverna en la que ahora se encontraba pasando los segundos empapado en una oscuridad amenazante.   Oscuridad, penumbra ; ojos abiertos o cerrados, da igual.   Ahora no se vislumbraba nada. No había ni siquiera esa luz primigenia que había originado las sombras que durante tanto tiempo lo habían perturbado. Quizás por eso sus párpados, pesados, no reaccionaban; no respondían, negándose a sucumbir ante la curiosidad.   ¿Acaso no fue la asesina del gato? ¿y entonces? ¿por qué ahora él

No es casual

No es casual que quiera gritarle al mundo que aún existo que llevo tu aliento apretado contra mi pecho, embarrándome de pies a cabeza mientras me ata los tobillos. No es casual que te piense en la soledad de la cocina sumergido en el humo de mi pipa y cegado por el brillo de la pantalla. No es casual que te busque en cada recoveco de la casa en la alacena,  detrás de las verduras, dentro del frasco de café en fondo húmedo del mate. No es casual que no sepa respirar sin tu recuerdo que no pueda caminar sin el remolino que provoca tu cadera sin la turbulencia que deja tu andar. No es casual que todo te traiga a mi cabeza el sonido de los pájaros,  los ladridos de Manyula, el goteo insistente de la canilla de la cocina. No es casual que revise tu respiración cada segundo de la noche que duerma intranquilo en tu abrazo que me pierda en el movimiento de tus párpados. No es casual, lo sé; quizá por eso te escribo.